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viernes, 25 de septiembre de 2020

¡Se buscan locos! de Jorge Cuevas en 9 frases

 Aunque claro está, tal vez alguien te diga que si crees que ganaste un amigo a través de un libro, es que estas loco…y eso es cierto, !estas loco¡, y yo tambien lo estoy, porque creo que a través de un libro puedo ganar amigos y serle útil a mucha gente.

Nuestros logros del pasado son una prueba de que somos capaces de salir adelante, nuestras grandes amistades del pasado son también una señal de que podemos seguir haciendo nuevos amigos y nuestros errores del pasado son un trampolín que nos ayudará a no equivocarnos de la misma forma. Tu y yo podemos desarrollar: El espíritu de un sabio: Que aprende de sus experiencias y que utiliza el pasado como un trampolín. El espíritu de un niño: Que vive el presente, que se ríe y goza sin preocuparse más que por el momento. El espíritu de un joven: Que tiene la ilusión de realizar sus anhelos y crear un mundo mejor. Hay algo muy curioso entre más rechazamos algo, más lo fomentamos...cuando se nos trata de obligar a algo, nuestra reacción natural es de rechazo. Siempre hay momentos para hacer amigos, para vivir rodeados de locos, cuando no les hacemos caso, esos mismos momentos son oportunidades para estar más solos y para aislarnos en nuestro manicomio. Dar: es entregarte al máximo y saber que entre mas das, mas te enriqueces interiormente. Es hacer las cosas por el gusto de hacerlas, amar por el gusto de amar. Un loco ama por que sabe que el es el más beneficiado al hacerlo, lo hace por el, no para después reclamar que le deben algo. Sin embargo, siempre es tiempo de cambiar, siempre es tiempo de volver a ver, de contemplar el futuro y pensar que podemos hacer ahora que nos dé un resultado en el mañana. A veces estamos tan preocupados pensando en que nos podemos equivocar en algún paso, que dejamos de disfrutar del baile; nos presionamos tanto arrepintiendonos del error que cometimos, que no gozamos de la música de la vida. Y por eso me gusta estar loco, porque los locos podemos pasar la vida danzando, disfrutando de las personas por las que estamos rodeados; contemplando amaneceres, trabajando con entusiasmo, poniéndoles vida a nuestros momentos, construyendo puentes, cruzandolos sin freno de mano, con una alegría desmedida y con una sonrisa constante.


ANTIGONA GONZALEZ

La felicidad para mì, hermanita, me dijo un dia mientras me destapaba una cerveza y me servía un pedazo de carne asada, es llegar en la tarde a casa, luego de un dia de pura chinga en el bisnes y echarme una cascarita con mis chavitos, oirlos como gritan, còmo ríen ¿sabes? Eso me quita todo el cansancio. Eso es lo que me hace sentir que estoy haciendo las cosas bien. 

Lo más cercano a la felicidad para mì a estas alturas, hermanito, sería que mañana me llamaran para decirme que tu cuerpo apareció.



Los días se van amontonando, Tadeo, y hay que comprar el gas, pagar las cuentas y seguir yendo al trabajo. Porque desde luego que a una se le desaparezca un hermano no es motivo de incapacidad.  A una le dicen en la sala de maestros cuánto lo siento, ojala que todo se resuelva, me apena mucho tu caso.Una es comidilla de uno, o dos, o tres días, tal vez hasta una semana. Pero luego ese chisme se vuelve viejo. La vida nunca detiene su curso por catástrofes personales. A la vida no le importa si tu daño es colateral o no. La rutina continua y tu tienes que seguir con ella. Como en el metro, cuando la gente te empuja y la corriente te arrastra hacia adentro o hacia fuera de los vagones. Cosa de segundos. Cosa de inercias. Así voy flotando yo, Tadeo. 



No, Tadeo, yo no he nacido para compartir el odio, yo lo que deseo es lo imposible: que pare ya la guerra; que construyamos juntos, cada quien desde su sitio, formas dignas de vivir; y que los corruptos, los que nos venden, los que nos han vendido siempre al mejor postor, pudieran estar en mis zapatos, en los zapatos de todas sus víctimas aunque fuera unos segundos. Tal vez así entenderìan. Tal vez asi harian lo que estuviera en sus manos para que no hubiera más víctimas. Tal vez asi sabrian por que no descansaré hasta recuperar tu cuerpo. 



Yo tambien estoy desapareciendo, Tadeo. Y todos aquí, si tu cuerpo, si los cuerpos de los nuestros. Todos aquí iremos desapareciendo si nadie nos busca, si nadie nos nombra. Todos aquí iremos desapareciendo si nos quedamos inermes solo viéndonos entre nosotros, viendo còmo desaparecemos uno a uno. 




domingo, 13 de septiembre de 2020

Los hijos de Sanchez de Oscar Lewis en 36 frases





1. Pero entonces él se enfermó de muerte. Sí, a veces los hombres queremos ser muy fuertes y muy machos, pero en el fondo no lo somos. Cuando se trata de una cosa moral… una cosa de familia que le toca a uno las fibras del corazón, a solas el hombre llora y le duele. Usted se habrá dado cuenta que mucha gente toma hasta ahogarse y caerse, y otros agarran la pistola y se pegan un tiro porque ya no pueden con aquello que sienten dentro. No hallan cómo expresarse, no hallan con quién explayarse, a quién contarle sus penas; agarran la pistola, y fuera… ¡se acabó! Y, a veces, los que se creen muy machos, cuando están a solas con su conciencia, no lo son. Nomás son valentonadas de momento.



2. Creo que en la mayoría de los hogares los disgustos y las tragedias tienen una base económica; porque si uno necesita cincuenta pesos diarios y no los tiene, pues anda molesto, anda preocupado y hasta se pelea con la esposa. El dinero es motivo de muchos disgustos en la mayoría de los hogares de los pobres.



3. A base de ver tanta maldad, de verla tan cerca, empezamos a ver la vida lo que es en realidad. Todos los de mi clase empezamos a conocer las crueldades de la vida tan chicos que nos damos el primer raspón, y se nos forma una costra. Esa costra nunca se nos borra —como las costras de sangre— sino que ahí se nos queda, permanente, sobre el espíritu. Después, otro golpe y otra costra, y así sucesivamente, hasta que se llega a hacer una especie de coraza. Después es uno indiferente a todo; incluso la misma muerte no nos espanta.



4. Y las mujeres no buscan casarse porque todas las mujeres tienen la firme creencia, aquí en México, de que la amante lleva más buena vida que la esposa.



5. De por sí nunca me he sabido defender por la boca, por eso me gustan los razonamientos de los puños.



6. Así como el dolor del cuerpo humano tiene su límite, así la paciencia; y así se ve uno obligado a pelear.



7. Prefiero la vida del campo. Es más pacífica y sin ruidos y se puede respirar tranquilamente. Se le ve a la gente la honradez hasta por los codos. Son gente diferente, más honrada y cabal; de diferente modo de ser. Aquí en la ciudad hay que estar alerta contra todo mundo y esperar todo de todos. 



8. Prefiero una paliza bien dada a un regaño pequeño; me duele más que me diga una palabra dura mi papá a que me pegue.



9. Muchas muchachas se van, no por calentura, sino que sus padres, sus madres, hermanos… todos, las regañan. Parecen pilas de agua bendita. El que no le pega por una cosa, lo hace por otra. Maltratan mucho a las hijas mexicanas, por eso hay tanta madre soltera.



10. Después de que mi negocio fracasó ya nunca traté de planear nada. Perdí la poca confianza que tenía en mí mismo y llevé mi vida como los animales, del día al día. Nunca hice planes porque me daba pena ante mí mismo porque no tengo fuerza de voluntad para apegarme a una norma y seguirla. 



11. Creo que ahorrar es hasta llamar a las enfermedades. Y tengo la firme creencia que ya los que nacemos para pobres, por más que le haga uno la lucha y por más que se desespere y le jalonee uno por aquí y por allá, pos Dios na’más nos da para ir ahí vegetando en la vida, ¿no? Después de mi fracaso no quise saber más de zapatos. Volví a entrar a trabajar en los candiles. 



12. Si pudiera relacionarse con gente de una esfera social mejor que la nuestra, él se enderezaría. Porque aun cuando él no lo confiesa él odia todo ese ambiente nauseabundo en que vivimos… todo ese roce que tenemos con la pobreza. 



13. Mi vida era un infierno, porque no concebía la vida sin ninguna de las dos. Quería tener a las dos, sin que ninguna se sintiera ofendida. Cuando dormía con mi esposa siempre la mente fija en Graciela; cuando dormía con Graciela siempre la mente fija en mi esposa.  



14. Pero ésos ya no son dueños de sus actos, el vicio los obliga, porque dicen que hasta el último cabello del cuerpo les duele, ¿no? Y ya en el colmo de la desesperación como a uno que le dolieran todas las muelas así de un jalón, yo creo que estos cuates se sienten así, ¿verdad?, y entonces es cuando están dispuestos a matar o a que los maten por un peso.



15. Yo quisiera que cuando me llegue la hora me dejaran abandonado allá en la cima de un monte, al sol, o que me envuelvan como a una momia en tiempo de los faraones, o al menos que un cirujano me quitara el cerebro, para que deje de sufrir en la tumba. No sé, pero le tengo horror, verdadero horror, a que me sepulten. Prefiero que me devoren los zopilotes en la cima de un monte que los gusanos de la tierra.



16. Lo que debí haber hecho era demostrarle mi amor cuando ella vivía. No es el amor lo que hace que uno derrame lágrimas, son más bien los remordimientos. 



17. Después andaba yo en las calles. Estaba rodeado de un mundo de gente y me sentía solo, completamente solo. A nadie le importaba yo, nadie notó mi dolor. Yo sentí que yo era el único al que me dolía y al pasar los días quería dejar de sentir, pero aquella ausencia, aquel vacío que había dejado mi esposa en casa se acentuaba más. Quise más a mi esposa después de muerta, igual que mi padre quiso a mi madre. Creo que conmigo se repite la historia de mi padre, excepto que él cuidó de sus cuatro hijos, y yo no.



18. No hay ley aquí, sólo la de los puños y la del dinero que es lo que más cuenta. Es la ley de la selva, la ley del más fuerte. El que es económicamente fuerte puede reírse. Comete los peores crímenes y es una inocente paloma ante los jueces y ante la policía porque tiene dinero. ¡Pero qué diferente es para un pobre hombre que comete una ofensa ligera! Lo que me pasó a mí no es ni una milésima parte de lo que ha pasado y sigue pasando a otros. En realidad no sé lo que es justicia, porque nunca la he visto. 



19. Pero dicen que ha llegado la época del constitucionalismo. Eso es nada más una palabra rimbombante y bonita, incluso yo no sé ni lo que quiere decir. Aquí se vive por la violencia… homicidios, robos, asaltos. Hay que vivir muy de prisa y constantemente en guardia.



20. Cuando los muchachos me hacían llorar, o mi padre me regañaba, o en cualquier mal rato, pensaba yo: «Si Él que es divino sufrió tanto, ¿por qué yo pobre ser humano no lo he de sufrir? ¿Qué vale mi sufrimiento ante lo que Él sufrió?». Y me sentía yo conforme.



21. Resultó que viví como seis meses en esa vecindad de las calles de Magnolia. El ambiente de esa vecindad es uno de completa pobreza. La gente vive ahí como animales. Dios les había dado la vida, pero carecían de lo esencial para vivir; sólo tenían el pan diario y a veces ni eso. 



22. Tanto Ignacio como Guadalupe eran bajitos de estatura, llenos de canas y con la cara arrugada, aunque no eran viejos. Mi tío decía a veces que la juventud no tiene nada que ver con los años que uno haya vivido, que lo que contaba era cuanto había uno sufrido. Él decía: —¿No sabes la edad de una cana? ¿No? Te la voy a decir yo: Cada cana tiene su historia; su destino y su término. Salen de los golpes que da la vida, de los fracasos y de las gentes que uno ha visto morir.



23. Pues el día que Salvador murió, mi tía Guadalupe le lloró y le suplicó a Prudencia para que se velara su hijo en su casa. Pero no se veló en el cuarto, se veló ahí afuerita. Por eso, años después, cuando el hijo de Prudencia se volvió loco y lo mandaron al manicomio, mi tía dijo: —Todo lo que se hace en esta vida, todo se paga. Dios tarda, pero no olvida.



24. Después que penetré más en la Biblia le agarré temor, no porque fuera diferente de lo que me habían enseñado, sino que una vez penetrando ya sabe uno las leyes, es como un abogado graduado, que sabe por cada delito que comete la pena que le corresponde. Para qué voy a valerme de licenciados y secretarios cuando puedo hablar directamente con el presidente. 



25. No perdí mi fe… seguí católico, porque no me sentí con fuerzas suficientes para guardar los mandamientos y las reglas tan estrictas que tienen los evangelistas. Después no iba a poder fumar, ni jugar, ni fornicar, y bueno, yo era incapaz completamente de observar la ley de Dios. ¡Carajo!, las cosas más agradables de este mundo se le deben al diablo.



26. Estas calles fueron mi escuela de sufrimiento, a las que les debo comprender lo que me va a perjudicar y lo que me va a beneficiar, cuándo debo ser sincero y cuándo ser taimado. Fuera de mi barrio ya no me siento en México.



27. Dentro de las plazas, es más bien el medio rural el que impera. Uno ya conoce a sus compradores y ya comienza uno a platicar, ¿verdad?, se entabla cierta… podríamos llamar… amistad entre comprador y vendedor. No como en Palacio de Hierro, Salinas y Rocha, Sears Roebuck, porque ahí son muy tajantes. No entablan plática con el comprador… 



28. Siempre me he preguntado la cuestión de que… ¿Qué vale más al fin de la vida, lo que uno logró acumular, o las satisfacciones que vivió, que gozó?



29. Le digo a usted que la policía mexicana es, sin lugar a duda, el mejor sistema de gangsters organizados en el mundo. Es un desastre, es una asquerosidad, sinceramente. Para acabar pronto, yo estoy asqueado de la justicia en México. Porque aquí existe para el que tiene dinero. Cuando alguien rico lo matan, los policías andan así, pero moviditos, porque hay dinero de pormedio. Sin en cambio, cuántos pobres amanecen ahogados en el canal, apuñalados, tirados en las calles oscuras, y nunca, na’ más nunca, pueden esclarecer sus crímenes.



30. La mayoría de los policías —si no todos— entran queriendo enderezar el mundo. Entran queriendo ser muy derechos, no hacer arreglos, no aceptar ni un solo centavo. Pero después… ya una vez que les dan el poder, les dan la pistola, la placa, bueno pues ven que por dondequiera les ofrecen dinero… lo agarran por primera vez, lo agarran por segunda vez, y después ya se convierte en un hábito. Un general revolucionario dijo que «no había autoridad que aguantara cañonazo de cincuenta mil pesos… 



31. Me gustaría cantar la poesía de la vida… grandes emociones, amor sublime, poder expresar hasta las más bajas pasiones en una forma hermosa. Los hombres que son capaces de escribir de estas cosas hacen el mundo un poco más habitable; levantan la vida a un nivel diferente.



32. Y la política es otra farsa gigantesca; millones de pesos andan danzando en ella… millones para esta obra pública y millones para esta otra, pero es sólo para tapar los otros millones que van a las bolsas de los políticos. No entiendo mucho de política pero todo este asunto de las campañas y las elecciones es pura comedia y no comprendo cómo el pueblo de México puede aceptarla. Aquí las elecciones no son libres porque se sabe de antemano quién va a salir electo presidente.



33. Mucha gente juzga a un hombre por la manera como pelea. Lo ven sacar una pistola o un cuchillo y dicen: «¡Ah, ése sí es hombre, no se agacha ante nada ni ante nadie!». Yo no juzgo a un hombre de esa manera. Un verdadero hombre es el que se enfrenta a la vida con integridad, el que se enfrenta a la realidad sin retroceder. Juzgo a un hombre por sus hechos. Si puede hacer frente a la vida y a sus obligaciones, entonces sí es un hombre… 



34. Si nada más hubiera vivido para mí sola me hubiera ido lejos. Pero el amor a mi familia, ese fuerte amor mexicano, era como un poderoso resorte que me arrastraba hacia atrás, que me jalaba hacia abajo. Quería yo avanzar, pero no me dejaba. Ellos no podían entender que lo que yo quería era abrirles una senda. Lo peor era que yo me sentía obligada a tenderles mi mano, no porque pidieran limosna, no, no era eso. Ellos eran más valientes que yo y se enfrentaban a la vida, al hambre, a las humillaciones, día tras día. Ellos se enfrentaban y yo no podía; era demasiado cobarde.



35. El error más grande del mexicano es que le gusta casarse muy joven, sin tener ningún capital, sin contar con un centavo en las manos ni un trabajo seguro. Se casa, se llena de hijos y ya no puede salir adelante con facilidad. Ese hombre se estanca, y entonces viven una situación tremenda los padres y los hijos. A decir verdad, a nosotros, mexicanos, nos falta preparación para la vida.



36. El obrero, por ejemplo, aquí en la capital, se saca doscientos pesos de raya; tira ciento cincuenta o ciento ochenta en la cantina, y lleva veinte pesos a su casa. Es gente que no sabe aprovechar el dinero que gana. ¡Pobres madres, y los chamacos semidesnudos! Usted ve chamacos de cinco o diez años tuberculosos. ¿Por qué cree usted que viene todo eso? Por la falta de atención de los padres en el hogar, la falta de obligación y la falta de dinero. Porque se gastan más en la calle que en el hogar.


viernes, 11 de septiembre de 2020

Xanto novelucha libre de Jose Luis Zárate en 22 frases

Libro muy mexicano que de milagro no ha sido demandado por el hijo del Santo. Resulta de los pocos, incluso puede ser el único, de literatura sobre lucha libre. Es una historia que ademas de arrojar frases esperadas sobre el mencionado deporte, también contiene: critica social, buena comedia, fantasía y mucho mas. En conclusión esta puede ser la historia que esta buscando el director Tim Burton para una película de luchadores.


1. Se supone que los muertos saben más que los vivos. Miles de civilizaciones les han preguntado, mediante ceremonias execrables, sobre el conocimiento que sólo puede adquirirse en ultratumba.



2. … cada dimensión se encuentra aislada de las demás? Es una suerte y pocos lo saben. Cerca de nosotros hay universos poblados de seres cuya idea de “pasar un buen rato” es cometer algún genocidio.



3. No creo que estar loco plantee realmente un serio inconveniente, ni que alucinar tenga algo de malo. El problema es hacerlo en público, enseñar el cobre, demostrar que lo que debería hacer el mundo es encerrarlo a uno bajo llave… 



4. El osito sonríe. Sin ningún motivo aparente Gaffé recuerda la última vez que vio una sonrisa tan muerta. Su padre le sonreía así desde su ataúd. Casi parecía contento, un cadáver con un excelente humor. ¿Y por qué no iba a estar con ese humor? Encontró una manera tan buena como cualquier otra de huir, de abandonar a la esposa, las tres hermanas solteronas y al hijo gordo y enfermizo que parecía una sombra y fingía no existir. “Ahí los dejo a todos”, habría dicho si los muertos hablaran y no le hubieran cosido la boca para que no se viera mal durante la ceremonia de cuerpo presente. Gaffé se sintió abandonado: esa sonrisa era como una burla.



5. La gente rodeada de magia, conocedora del poder de los conjuros no puede ser muerta más que con un arma blanca: el acero noble es capaz de drenar la energía de los círculos de protección. Y además, destripar enemigos siempre es bonito.



6. Todo era peligroso y la vida no era más que una sucia trampa, una ratonera sádica que podía cerrarse en cualquier momento, que podía estar esperándolo al otro lado de la puerta abierta.



7. … aprisionado en la espera. ¿Qué diablos hacía Napoleón mientras se trasladaba al último frente abierto por sus ejércitos? ¿Habría ocupado Julio César su tiempo en algún juego desconocido y trivial en su viaje hacia Egipto? ¿Cuáles eran los pensamientos de los pilotos de los ya extintos B-52 mientras transportaban las bombas nucleares a su destino final?



8. Acevedo era bastante sencillo: a nadie le importas; ni tú al universo, ni el universo a tí. Cada quien debe rascarse con sus propias uñas. Fuera de eso no tenía otras creencias, la magia le era tan ajena como cualquier filosofía política, como las buenas intenciones.



9. Los pocos testigos fidedignos se habían marchado ya a divulgar la noticia más allá de la comunicación de masas; por medio de la comunicación de mesas (de cantina, de cafés, sobremesas… 



10. Las leyes parecen que se han vuelto en contra de todos aquellos que no tienen ningún poder, entonces, si hay alguien tan chingón como el Xanto, si existe alguien dispuesto a sacrificarse por un desconocido atado a las llamas, entonces no es raro que los códigos y las reglas no lo entiendan, es ya difícil explicar cosas tan sencillas como un héroe. Es lógico que, ahora, los héroes estén al otro lado de la ley. Por ello, por eso, por todo, la gente recordó que, en realidad, siempre les ha ido a los técnicos, aunque los rudos tengan de su parte al réferi. Siendo así se ama más a los técnicos.



11. —En cualquier caso no importa qué nombre le diéramos al Visitante porque, de cierta forma, todos lo conocíamos. En su interior tiene todos los aspectos, todas las máscaras que desea. Es el sueño oscuro, el peligro que presienten los débiles antes de morir, la sombra informe avanzando por nuestras pesadillas. Si un trauma pudiera tener forma sería la del Visitante. Su silueta es la de la locura. Asesino de mundos. Esa es su función, su verdadero y principal poder.



12. Sabía que, a veces, un manco podía sentir su mano desaparecida. ¿Qué sentiría la cabeza de un decapitado?Oh, mira qué cuerpo tan interesante allá atrás ¡y se parece al mío! Excepto, claro, por el detalle de que no tiene cabeza. 



13. Los malditos inconscientes. ¿Cómo fui a caer en tus manos, papá? ¿Qué requisitos llenaste para obtener un niño en quien descargar tus frustraciones? Gaffé suspiró. El requisito debió ser una eyaculación, por supuesto.



14. No puedes ver lo que no comprendes. Por eso convertimos a los monstruos en representaciones imprecisas, sombras, por ello todos parecen tener ojos incandescentes. 



15. La estrategia más difícil de llevar a cabo es aquella en la que se debe ocultar que existe una estrategia.



16. El Visitante se preguntó si alguien comprendía el enorme caudal de magia atrapado en las imágenes del cine. Pocas razas habían logrado edificar un cauce tan poderoso de la nada. El imperio más grande jamás construido por el ser humano.


17. César estaba descubriendo cosas nuevas de él, por ejemplo: que la ira arde en el fondo del estómago, la desesperación se siente en la punta de los dedos; saberse impotente para cambiar las cosas duele en los huesos y los nervios tienen una voz propia, más convincente que cualquier otra voz, incluyendo la de la supervivencia. 



18. Quienes juegan ajedrez comprenden que cada movimiento es parte de un todo. Las fichas no tienen opinión y el azar está prácticamente excluido. Pero en toda batalla las fichas se mueven como pueden, indiferentes a la estrategia.



19. El heroísmo se alcanza, muchas veces, tratando de amargarles a otros la existencia.



20. Aquí estamos, desnudos ante el mundo, enseñando nuestras heridas. Heridas de ayer, hechos que nos marcaron. Obsérvenlas, véanse. Miren sus vidas insignificantes entrelazadas con millones de existencias efímeras. No hay nada más obsceno que el pasado desenterrado. 



21. Adiós, adiós, no me pesa quedarme, desangrándome. Es más digno que ir a buscar las fantasías de escape. Porque eso hacen, huyen de aquí, escapan con el rabo entre las patas de un mundo que era demasiado para ustedes. Prefieren destruirlo a salvarlo, hacerlo polvo a evitar que volviera a realizar las mismas injusticias que hizo con ustedes. 



22. El Xanto nunca ha sabido volar, ¿qué caso tiene saber volar si se sabe caer?


domingo, 6 de septiembre de 2020

Las luces de septiembre de Carlos Ruiz Zafon en 12 frases



1. Para ella, que había aprendido a reconocer en carne propia el vacío de la pérdida, Cravenmoore no era más que el oscuro reflejo del laberinto de soledad en el que Lazarus Jann había vivido en los últimos veinte años. Cada habitante de aquel mundo maravilloso, cada creación, constituía simplemente una lágrima derramada en silencio.


2. Como su difunto marido había dicho en una ocasión, no valía la pena perder el tiempo en intentar cambiar el mundo; bastaba con evitar que el mundo lo cambiase a uno.


3. el chico recordó las historias que las gentes del mar contaban sobre los encuentros con la muerte y sobre cómo, cuando alguien salvaba la vida de un semejante en el mar, sus almas permanecían unidas eternamente por un vínculo invisible.


4. La fuerza que ardía dentro de aquella chica no la apagaría ni toda el agua del océano. 


5. —Las máscaras revelan el verdadero rostro de las personas…


6. en la vida real, a diferencia de la ficción, nada es lo que parece… 


7. Todos los niños tienen en su corazón un lugar reservado para la mujer que los trajo al mundo. Es como un punto de luz que nunca se apaga. Una estrella en el firmamento. Yo he pasado la mayor parte de mi vida intentando borrar ese punto. 


8. Imagino que algunas personas, como ciertos juguetes, a veces nacen con una tarea de origen. 


9. Cuando el cuerpo está herido, la mente no tarda en desviarse del camino. Es ley de vida.


10. pasadas unas horas privado de luz, el ser humano pierde el sentido del tiempo. Las horas se transforman en minutos o segundos. O semanas si lo prefiere. El tiempo y la luz están estrictamente relacionados. 


11. Creo que algunos lugares, palacios milenarios que se pueden contar con los dedos de una mano, son mucho más que una simple construcción; están vivos. Tienen su propia alma y su propio modo de comunicarse con nosotros. Cravenmoore es uno de esos lugares. Nadie sabe cuándo fue construido. Ni quién lo hizo, ni por qué.


12. En un mundo de luces y sombras, todos, cada uno de nosotros, debía encontrar su propio camino.


viernes, 4 de septiembre de 2020

Las fotografías de la muerte de James Hadley Chase en 7 frases.


1. Le deprimía que tantos viejos y tan pocos jóvenes tuvieran dinero.


2. Recuerde que la belleza de una mujer muchas veces es la carnada tentadora que cubre un anzuelo mortífero.


3. …. le ha hecho perder ese coraje, así que ya no le queda más que su habilidad, y la habilidad sin coraje no sirve para nada.


4. Sé que unos tienen que morir para que otros puedan sobrevivir.


5. porque hoy en día la traición constituye el trasfondo normal de nuestras vidas.


6. en esta vida tan complicada que tratamos de vivir, el truco consiste en apreciar los buenos momentos y en ignorar los malos. 


7. La gente que no es capaz de manejar su propia vida, nunca debería dar consejos.


lunes, 31 de agosto de 2020

La bibliotecaria de Auschwitz de Antonio G. Iturbide en 30 frases

1. En Auschwitz la vida humana vale menos que nada; tiene tan poco valor que ya ni siquiera se fusila a nadie porque una bala es más valiosa que un hombre. Hay cámaras comunitarias donde se usa gas Zyklon porque abarata costes y con un solo bidón puede matarse a centenares de personas. La muerte se ha convertido en una industria que sólo es rentable si se trabaja al por mayor.



2. A lo largo de la historia, todos los dictadores, tiranos y represores, fuesen arios, negros, orientales, árabes, eslavos o de cualquier color de piel, defendieran la revolución popular, los privilegios de las clases patricias, el mandato de Dios o la disciplina sumaria de los militares, fuera cual fuese su ideología, todos ellos han tenido algo en común: siempre han perseguido con saña los libros. Son muy peligrosos, hacen pensar. 



3. Recuerda que le pareció que los que desfilaban eran autómatas como los del reloj astronómico del ayuntamiento, y que al cabo de unos segundos se cerraría una compuerta tras ellos y desaparecerían. Y cesaría el temblor. Pero esta vez no eran autómatas los que formaban una procesión mecánica, sino hombres. En esos años aprendería que la diferencia entre unos y otros no siempre es apreciable.



4. Dita suspira agarrada a sus libros. Se da cuenta con tristeza de que fue ese día y no el de su primera menstruación cuando abandonó la niñez, porque dejó de tener miedo a esqueletos o a las viejas historias de manos fantasmas, y empezó a temer a los hombres.


5. Cuando la gente es hacinada, marcada y sacrificada como animales, llegan a creer que son reses. Reír y llorar les recuerda que aún son personas. 



6. —El buen soldado es el que no necesita esperar a recibir órdenes porque sabe siempre cuál es su deber.



7. —A mí me pareces una chica muy valiente. —¡Pero si estoy temblando! —contestó desolada. Entonces, Hirsch sonrió de esa manera tan suya, como si viera las dificultades del mundo desde una confortable butaca. —Por eso eres valiente. Los valientes no son los que no tienen miedo. Ésos son los temerarios, los que ignoran el riesgo y se ponen en peligro sin ser conscientes de las consecuencias. Alguien que no es consciente del peligro puede poner en riesgo a cualquiera que esté a su lado. Ése es el tipo de gente que no quiero en mi equipo. A quien necesito es a los que tiemblan pero no ceden, los que son conscientes de lo que arriesgan y aun así siguen adelante.



8. Supo que Edita cuidaría esmeradamente la biblioteca. Tenía ese vínculo que une a algunas personas con los libros. Una complicidad que él mismo no poseía, demasiado activo para dejarse atrapar por líneas y líneas impresas en páginas. Fredy prefería la acción, el ejercicio, las canciones, el discurso… Pero se dio cuenta de que Dita tenía esa empatía que hace que ciertas personas conviertan un puñado de hojas en un mundo entero para ellas solas.


9. Las vecinas de litera roban las cucharas, la ropa o lo que sea. Se roba el pan a los niños en cuanto sus madres se descuidan, se delata cualquier menudencia a los kapos para obtener una cucharada más de sopa. Auschwitz no sólo mata a los inocentes, también mata la inocencia.



10. Los mayores se desgastan inútilmente buscando una felicidad que nunca encuentran; en cambio, a los niños, la felicidad les brota de la palma de las manos.



11. «El atleta más fuerte no es el que llega antes a la meta. Ése es el más rápido. El más fuerte es el que cada vez que se cae se levanta. El que cuando siente el dolor en el costado no se para. El que cuando ve la meta muy lejos no abandona. Cuando ese corredor llega a la meta, aunque llegue el último, es un ganador. A veces, aunque quieras, no está en tu mano ser el más rápido, porque tus piernas no son tan largas o tus pulmones son más estrechos. Pero siempre puedes elegir ser el más fuerte. Sólo depende de ti, de tu voluntad y de tu esfuerzo. No os voy a pedir que seáis los más rápidos, pero os voy a exigir que seáis los más fuertes.»



12. —Mira, te voy a dar un consejo. Y, además, te lo voy a dar gratis. Si no sabes mentir mejor, más vale que de ahora en adelante digas siempre la verdad.



13. —¿No vas a regatear? —Pues, no. Usted hace un trabajo y merece una recompensa. La mujer empieza a reír y a toser a la vez. Después, escupe a un lado. —¡Jóvenes! No sabéis nada de la vida.



14. —Así los niños me hacen más caso. A las palabras de un viejo chiflado no les prestarían ninguna atención, pero si son las palabras de un libro… eso es otra cosa. Los libros guardan dentro de sus páginas la sabiduría de quien los escribió. Los libros nunca pierden la memoria.



15. le decían que tuviera paciencia, que todo pasaría muy pronto. «Tal vez el año que viene ya haya acabado la guerra», le decían como si le estuvieran dando una maravillosa noticia. Para los mayores, un año no era más que un gajo de una naranja. Y sus padres le sonreían, y ella se mordía de rabia porque no entendían nada: en la juventud un año es casi la vida entera. 



16. El afán de sobrevivir de los internos provoca tal degradación moral que muchos convierten su miedo y su dolor en un rencor arrojadizo. Creen que hacer daño a los demás es una especie de justicia que alivia su propio sufrimiento.



17. —¡Me odian! Me han dicho cosas horribles, y ni siquiera he sido capaz de contestarles como se merecían. —Has hecho lo correcto. Cuando un perro ladra con ferocidad a un extraño, incluso cuando muerde, no lo hace por odio; lo hace por miedo. Si te enfrentas alguna vez a un perro agresivo, no debes correr ni gritar porque terminarás de asustarlo y te morderá. Debes quedarte quieta y hablarle despacio para calmar su miedo.



18. —Al menos, tu padre no ha sufrido. A Dita, que está sintiendo cómo la sangre le empieza a hervir, aún la irrita más que le hable como a una niña. —¿Que no ha sufrido? —le contesta desasiéndose bruscamente del abrazo—. Le quitaron el trabajo, la casa, la dignidad, la salud…, y al final lo han dejado morir solo como un perro en un camastro lleno de pulgas. ¿No es eso bastante sufrimiento?



19. —Los que se van ya no sufren… Nadie sabe cuánto sufrimiento les queda todavía a los que se quedan.



20. A René le gustaría odiarlo. Sabe que su obligación es odiarlo. Pero el odio se parece mucho al amor: tampoco puede elegirse.



21. Queremos ser nosotros quienes decidamos cuándo y dónde abrir un frente de guerra. Es como operar, mein Kommandant, no podemos ir dando golpes de bisturí a diestro y siniestro, hay que elegir cuál es el lugar en el que conviene hacer la incisión. La guerra es nuestro bisturí, y hemos de manejarlo con precisión. Si uno lo maneja a lo loco, puede acabar clavándoselo a sí mismo. La historia le dará una lección. La mayor debilidad de todas es, precisamente, la de los fuertes: terminan por creerse que son invencibles. La fortaleza del Tercer Reich es su fragilidad: al creerse indestructibles abrirán tantos frentes que acabarán desmoronándose. 



22. —No le des más vueltas. A tu amigo Hirsch le entró miedo. Es algo humano. El miedo… De repente piensa en el miedo como en un óxido que socava hasta las convicciones de hierro. Lo corroe todo, lo derriba todo.



23. —Fueron felices, Edita. —Pero duró tan poco… —La vida, cualquier vida, dura muy poco. Pero si has conseguido ser feliz, al menos un instante, habrá valido la pena vivirla. —¡Un instante! ¿Cómo de corto? —Muy corto. Basta con ser feliz el tiempo que tarda una cerilla en encenderse y apagarse.



24. —¿Tú no vas a rezar? —¿Rezar? ¿A quién? —¿A quién va a ser? A Dios. Tú también deberías hacerlo. —Cientos de miles de judíos llevan rezándole desde 1939 y no los ha escuchado. —Quizá no hemos rezado suficiente, o lo bastante fuerte para que nos escuche. —Venga, Margit. ¿Dios es capaz de saber si en el sabbat has cosido el botón de una camisa para castigarte y no se ha enterado de que se está matando a miles de inocentes y a otros miles se los tiene prisioneros y se los trata peor que a perros? ¿De veras crees que no se ha enterado? —No sé, Dita. Es pecado preguntarse por qué Dios hace las cosas que hace. —Bueno, pues soy una pecadora. —¡No hables así! ¡Dios te castigará! —¿Más? —Irás al infierno. —No seas ingenua, Margit. Ya estamos en el infierno. 



25. Sin embargo Dita se equivoca completamente al pensar que su madre no está orgullosa de ella. Está muy orgullosa de su hija. Pero no va a decírselo. Le han torturado todos estos años las dudas sobre qué clase de persona llegaría a ser su hija tras haber crecido entre la represión militar, sin estar debidamente escolarizada, chapoteando en lugares infectados de odio y violencia. Y esa acción generosa de su hija confirma todas sus intuiciones y esperanzas: sabe que, si Edita sobrevive, será una mujer de bien.



26. Su cordura ya es de mantequilla. Es mejor así. Se está desprendiendo de la realidad, lo sabe. Y no le importa. Se siente feliz, igual que cuando era pequeña y al cerrar la puerta de su cuarto el mundo quedaba fuera y nada podía dañarla. Se marea, el mundo se nubla y empieza a deshacerse. 



27. La confusión de los primeros días es grande. Los británicos estaban adiestrados para combatir desde las trincheras, pero no para atender a cientos de miles de personas desorientadas e indocumentadas, muchas de ellas desnutridas o enfermas. 


28. Pero en los hospitales la guerra se resiste tozudamente a dar a torcer su brazo ensangrentado. El armisticio no hace crecer los miembros amputados a los mutilados, no cura el dolor de los heridos, no erradica el tifus, no rescata de su caída a los moribundos, no devuelve a los que se han marchado. La paz no lo cura todo, al menos no tan deprisa.



29. Cae de rodillas y le pide a Dios que salve a su madre. Después de todo lo que ha pasado, no es posible que muera sin poder siquiera regresar a Praga, cuando ya sólo le falta subir a un tren y marcharse. No puede hacerle eso. Se lo debe. Esa mujer no ha hecho jamás daño a nadie, no ha ofendido ni ha molestado nunca a nadie, no le ha quitado ni una miga de pan a nadie. ¿Por qué castigarla de esa manera? Le reprocha, le ruega, le implora humildemente a Dios que no permita que su madre muera. 



30. Una persona que te espera en alguna parte es esa cerilla que se enciende en un campo por la noche. Quizá no pueda iluminar toda la oscuridad, pero te muestra el camino para volver a casa.


domingo, 30 de agosto de 2020

El tunel de Ernesto Sabato en 19 frases




La frase "todo tiempo pasado fue mejor" no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casi podría decir que "todo tiempo pasado fue peor", si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza. 



La vanidad se encuentra en los lugares más inesperados: al lado de la bondad, de la abnegación, de la generosidad. Cuando yo era chico y me desesperaba ante la idea de que mi madre debía morirse un día (con los años se llega a saber que la muerte no sólo es soportable sino hasta reconfortante), no imaginaba que mi madre pudiese tener defectos. Ahora que no existe, debo decir que fue tan buena como puede llegar a serlo un ser humano. Pero recuerdo, en sus últimos años, cuando yo era un hombre, cómo al comienzo me dolía descubrir debajo de sus mejores acciones un sutilísimo ingrediente de vanidad o de orgullo. 



LOS CRÍTICOS. Es una plaga que nunca pude entender. Si yo fuera un gran cirujano y un señor que jamás ha manejado un bisturí, ni es médico ni ha entablillado la pata de un gato, viniera a explicarme los errores de mi operación, ¿qué se pensaría? Lo mismo pasa con la pintura. Lo singular es que la gente no advierte que es lo mismo y aunque se ría de las pretensiones del crítico de cirugía, escucha con un increíble respeto a esos charlatanes. 



Mi cerebro es un hervidero, pero cuando me pongo nervioso las ideas se me suceden como en un vertiginoso ballet; a pesar de lo cual, o quizá por eso mismo, he ido acostumbrándome a gobernarlas y ordenarlas rigurosamente; de otro modo creo que no tardaría en volverme loco. 



Físicamente, no aparentaba mucho más de veintiséis años, pero existía en ella algo que sugería edad, algo típico de una persona que ha vivido mucho; no canas ni ninguno de esos indicios puramente materiales, sino algo indefinido y seguramente de orden espiritual; quizá la mirada, pero ¿hasta qué punto se puede decir que la mirada de un ser humano es algo físico?; quizá la manera de apretar la boca, pues, aunque la boca y los labios son elementos físicos, la manera de apretarlos y ciertas arrugas son también elementos espirituales. 



—Mi cabeza es un laberinto oscuro. A veces hay como relámpagos que iluminan algunos corredores. Nunca termino de saber por qué hago ciertas cosas.



Siento que usted será algo esencial para lo que tengo que hacer, aunque todavía no me doy cuenta de la razón.



No sé qué piensa y tampoco sé lo que pienso yo, pero sé que piensa como yo. —¿Pero entonces usted no piensa sus cuadros? —Antes los pensaba mucho, los construía como se construye una casa. Pero esa escena no: sentía que debía pintarla así, sin saber bien por qué. Y sigo sin saber.



. A veces creo que nada tiene sentido. En un planeta minúsculo, que corre hacia la nada desde millones de años, nacemos en medio de dolores, crecemos, luchamos, nos enfermamos, sufrimos, hacemos sufrir, gritamos, morimos, mueren y otros están naciendo para volver a empezar la comedia inútil.



En la época en que yo tenía amigos, muchas veces se han reído de mi manía de elegir siempre los caminos más enrevesados: Yo me pregunto por qué la realidad ha de ser simple . Mi experiencia me ha enseñado que, por el contrario, casi nunca lo es y que cuando hay algo que parece extraordinariamente claro, una acción que al parecer obedece a una causa sencilla, casi siempre hay debajo móviles más complejos. 



AMABA desesperadamente a María y no obstante la palabra amor no se había pronunciado entre nosotros.



¡Cómo esperé aquel momento, cómo caminé sin rumbo por las calles para que el tiempo pasara más rápido! ¡Qué ternura sentía en mi alma, qué hermosos me parecían el mundo, la tarde de verano, los chicos que jugaban en la vereda! Pienso ahora hasta qué punto el amor enceguece y qué mágico poder de transformación tiene. ¡La hermosura del mundo! ¡Si es para morirse de risa! 



¡Cuántas veces esta maldita división de mi conciencia ha sido la culpable de hechos atroces! Mientras una parte me lleva a tomar una hermosa actitud, la otra denuncia el fraude, la hipocresía y la falsa generosidad; mientras una me lleva a insultar a un ser humano, la otra se conduele de él y me acusa a mí mismo de lo que denuncio en los otros; mientras una me hace ver la belleza del mundo, la otra me señala su fealdad y la ridiculez de todo sentimiento de felicidad. 



para qué sufrir? El suicidio seduce por su facilidad de aniquilación: en un segundo, todo este absurdo universo se derrumba como un gigantesco simulacro, como si la solidez de sus rascacielos, de sus acorazados, de sus tanques, de sus prisiones no fuera más que una fantasmagoría, sin más solidez que los rascacielos, acorazados, tanques y prisiones de una pesadilla. La vida aparece a la luz de este razonamiento como una larga pesadilla, de la que sin embargo uno puede liberarse con la muerte, que sería, así, una especie de despertar. ¿Pero despertar a qué? Esa irresolución de arrojarse a la nada absoluta y eterna me ha detenido en todos los proyectos de suicidio. 


—Fíjate que nunca he podido acabar una novela rusa. Son tan trabajosas... Aparecen millares de tipos y al final resulta que no son más que cuatro o cinco. Pero claro, cuando te empiezas a orientar con un señor que se llama Alexandre, luego resulta que se llama Sacha y luego Sachka y luego Sachenka, y de pronto algo grandioso como Alexandre Alexandrovitch Bunine y más tarde es simplemente Alexandre Alexandrovitch. Apenas te has orientado, ya te despistan nuevamente. Es cosa de no acabar: cada personaje parece una familia. 


…era en esta segunda fase de mi amor en que habían empezado a surgir mil dificultades; del mismo modo que cuando alguien se está muriendo de hambre acepta cualquier cosa,      incondicionalmente, para luego, una vez que lo más urgente ha sido satisfecho, empezar a quejarse crecientemente de sus defectos e inconvenientes. 



Iba a salir, corriendo, cuando tuve una idea. Fui a la cocina, agarré un cuchillo grande y volví al taller. ¡Qué poco quedaba de la vieja pintura de Juan Pablo Castel! ¡Ya tendrían motivos para admirarse esos imbéciles que me habían comparado a un arquitecto! ¡Como si un hombre pudiera cambiar de verdad! ¿Cuántos de esos imbéciles habían adivinado que debajo de mis arquitecturas y de "la cosa intelectual" había un volcán pronto a estallar? Ninguno.



y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida . Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles; y quizá se había acercado por curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo de mi insalvable soledad, o le había intrigado el lenguaje mudo, la clave de mi cuadro. 



Y sin embargo, ella sabía que yo la necesitaba, que esa tarde la había esperado, que habría sufrido horriblemente cada uno de los minutos de inútil espera. Y sin embargo, ella sabía que en ese mismo momento en que gozaba en calma yo estaría atormentado en un minucioso infierno de razonamientos, de imaginaciones. ¡Qué implacable, que fría, qué inmunda bestia puede haber agazapada en el corazón de la mujer más frágil!


sábado, 29 de agosto de 2020

El palacio de media noche de Carlos Ruiz Zafon en 20 frases





El valor del joven le había granjeado unos minutos preciosos que no podía desperdiciar bajo ningún concepto, ni siquiera para llorar la memoria de su hija. La experiencia ya le había enseñado que el futuro le reservaría más tiempo del tolerable para lamentarse de los errores cometidos en el pasado.



—Calcuta, con apenas doscientos cincuenta años de vida, es una ciudad tan desprovista de historia que lo menos que podemos hacer por ella es conocerla, Mr. Carter. Volviendo al tema, yo diría que fue en 1799. ¿Sabe la razón del traslado? El gobernador Wellesley dijo que la India debía ser gobernada desde un palacio y no desde un edificio de contables; con las ideas de un príncipe y no las de un comerciante de especias. Toda una visión, diría yo. 



Thomas Carter se sirvió otra taza de té y se sentó en su butaca a contemplar la ciudad. Se había criado en un lugar similar al que ahora dirigía, en las calles de Liverpool. Entre los muros de aquella institución había aprendido tres cosas que iban a presidir el resto de su vida: a apreciar el valor de lo material en su justa medida, a amar a los clásicos y, en último lugar pero no de menor importancia, a reconocer a un mentiroso a una milla de distancia. 



Aprendimos a sobrevivir sin ninguna de las dos cosas o, mejor, inventando nuestra propia familia y creando nuestro propio hogar. Una familia y un hogar elegidos libremente, donde no cabían el azar ni la mentira. 



Pese a las resonancias jocosas de su nombre, la Chowbar Society era un club tan selecto y estricto como los que poblaban los edificios eduardinos del centro de Calcuta y emulaban a sus homónimos en Londres; salones donde vegetar, brandy en mano, era patrimonio de los más altos patricios sajones. Nuestro propósito, sin embargo, a falta de escenario más glorioso, era más noble. La Chowbar Society había nacido con dos misiones irrenunciables. La primera, garantizar a cada uno de sus siete miembros la ayuda, protección y apoyo incondicional de los demás, bajo cualquier circunstancia, peligro o adversidad. La segunda, compartir los conocimientos que cada uno de nosotros iba adquiriendo y ponerlos al alcance de los otros, armándonos para el día en que cada uno tuviéramos que enfrentarnos al mundo en solitario.



Debíamos aprender todavía que el Diablo creó la juventud para que cometiésemos nuestros errores y que Dios instauró la madurez y la vejez para que pudiéramos pagar por ellos.



—Hubo un tiempo en mi vida en que creí que nada tenía más fuerza que el amor. Y es cierto que la tiene, pero su fuerza es minúscula y palidece frente al fuego del odio —explicó Aryami—.



La mayoría de las tradiciones no son más que las enfermedades de una sociedad.



Me acordé de cómo inventaba compañeros invisibles y hablaba con ellos durante horas en las salas de las estaciones, en los carromatos. Los adultos me miraban y sonreían. A sus ojos, una niña hablando sola era una visión adorable. Pero no lo es, Ben. No es adorable estar solo, ni de niño, ni de viejo. Durante años me he preguntado cómo eran los demás niños, si tenían las mismas pesadillas que yo, si se sentían tan desgraciados como yo. Quien diga que la infancia es la época más feliz de la vida es un mentiroso o un estúpido.


—Hay dos teorías respecto a la estrategia del ajedrez —explicó Ian—. En realidad hay miles, pero sólo hay un par que realmente cuenten. La primera dice que la clave del juego está en la segunda hilera de piezas: rey, caballo, torre, reina, etc. Según esta teoría, los peones no son más que piezas que se han de sacrificar mientras se desarrolla la táctica. La segunda teoría, en cambio, defiende que los peones pueden y deben ser las más letales piezas de ataque y que una estrategia inteligente debe emplearlos como tales si quiere salir victoriosa. A mí, la verdad, no me funciona ninguna de las dos teorías… 



—Ben deplora el ajedrez —explicó Ian—. Según él, es la segunda forma más inútil de desperdiciar la inteligencia humana. —¿Y cuál es la primera? —preguntó Sheere, divertida. —La filosofía —respondió Ben desde su atalaya.



—Cito textualmente a nuestro misógino favorito, Mr. Thomas Carter, soltero profesional y vocacional: «La verdadera diferencia es que mientras los hombres tienen el estómago mucho más grande que el cerebro y el corazón, el corazón de las mujeres es tan pequeño que siempre se les escapa por la boca».



¿Recuerda usted haber conocido a un interno llamado Jawahal? El mendigo cerró los ojos y negó lentamente. —Ninguno de nosotros nos llamábamos por nuestros verdaderos nombres aquí, hijo — explicó el mendigo—. El nombre, como la libertad, era algo que todos dejábamos en la puerta al entrar y confiábamos en que, si lo manteníamos alejado del horror de este lugar, tal vez lo podríamos recuperar al salir, limpio y sin recuerdos. Nunca era así, por supuesto…



La búsqueda en el pasado nos había desvelado una cruel lección y nos había revelado la vida como un libro en el que era preferible no volver las páginas atrás; un camino en el que no importaba la dirección que tomásemos, nunca podríamos elegir nuestro propio destino.



—¿Qué mundo hemos construido donde ya ni los ignorantes pueden ser felices? —



Cuando lo extrajo, sostenía en sus manos el cuerpo sinuoso y brillante de una serpiente. Un áspid. —Éste es el animal más parecido al hombre. Se arrastra y cambia de piel a conveniencia. Roba y se come las crías de otras especies en sus propios nidos, pero es incapaz de enfrentarse a ellos en una lucha limpia. Su especialidad, con todo, es aprovechar la menor oportunidad para asestar su picadura letal. Sólo tiene veneno para una mordedura y necesita horas para rehacerse, pero aquel que lleva su marca está condenado a una muerte lenta y segura. Mientras el veneno penetra por las venas, el corazón de la víctima late cada vez más despacio, hasta detenerse. Incluso esta pequeña bestia, en su mezquindad, dispone de un cierto gusto por la poesía. Como el hombre. Aunque ella, a diferencia de éste, nunca mordería a sus semejantes. Un fallo. ¿No crees? Tal vez por eso hayan acabado sirviendo de divertimiento callejero de faquires y curiosos. Todavía no está a la altura del rey de la creación.



Madurar no es más que el proceso de descubrir que todo aquello que creías cuando eras joven es falso y que, a su vez, todo cuanto rechazabas creer en tu juventud resulta ser cierto.



—Hay dos cosas en la vida que no puedes elegir, Ben. La primera son tus enemigos. La segunda, tu familia. A veces la diferencia entre unos y otra es difícil de apreciar, pero el tiempo te enseña que, al fin y al cabo, tus cartas siempre podrían haber sido peores. La vida, hijo mío, es como la primera partida de ajedrez. Cuando empiezas a entender cómo se mueven las piezas, ya has perdido.



El mundo, Ben, es de los locos o de los hipócritas. No existen más razas en la faz de la Tierra que esas dos. Y tú debes elegir una de ellas.



Los lugares que albergan la tristeza y la miseria son el hogar predilecto de las historias de fantasmas y aparecidos.