Nada había que arreglar en el país o en el mundo. Se trataba solamente de sobrevivir y esperar el milagro o el apocalipsis.
Las ciudades, caos, grandes rameras, desordenadas parecidas a infiernos desde los cuales los condenados tienden los brazos a una virgen distante e indiferente que flota sobre sus cabezas. Los sueldos, miserables. Un perro arrojado desde una azotea quedaría convertido en salchichón antes de que tocara el suelo.
-Humboldt tiene una breve cita en la que los menciona. Dice que a los esclavos de los indios caribes, que fueron los más indomables, se los llamaba huitotos. Sé que son de naturaleza amable, tímidos y amorosos. Sé que habitan el Alto Amazonas y que sólo quedan mil novecientos de su especie en Colombia.
-No son animales- dijo el hombre dando un giro sorprendente a la conversación.
-¿No somos todos animales?- pregunté con medida autosuficiencia.
-Los unos para los otros, sí. Por ejemplo, nosotros somos animales para los gringos y los gringos son animales para los franceses y los franceses animales para los huitotos. Cuestión de olor, no sé si me entiende…
-Le voy a dictar al oído una frase que usted sabrá si la encuentra ridícula: El único autentico compromiso del hombre es con sus sueños. Dos personajes tan diferentes en el tiempo y en conceptos como Kafka y San Pablo estuvieron de acuerdo en eso…
Sé que en verdad no estoy engañando a nadie, pues la imaginación es una de las más altas formas de la realidad. Einstein dice que la imaginación es más importante que el conocimiento. Estoy de acuerdo.
No sé si lo que me movió a abandonar, irresponsablemente, hay que decirlo, mis compromisos y lanzarme a la ventura, fue la necesidad de documentarme en el campo o esa vieja, casi prenatal necesidad de desaparecer del mundo en busca de paz, purificación o no sé qué. Es claro que escribir una novela no salva a nadie, es simplemente un pretexto, una aventura que digiere el tiempo, ayuda a vivir y a escapar de las rutinas a veces insoportables. Las novelas son mentiras grandes que parecen verdades y que mientras más mentirosas sean resultan más verosímiles. El novelista termina por habitar más en su mundo que en el de los demás. Es, ni más ni menos, un esquizofrénico. Lo separa del mundo un abismo y lo une a él un puente: su obra.
El espacio abierto se relaciona con ideas de orden más elevado, ensancha el espíritu del que encuentra su gozo en la paz de la contemplación solitaria. Toda guerra, toda ansia de conquista nace del odio a los espacios cerrados.
“¿Sabías que la religión, cualquier religión, es peor que la pornografía? Todo el mal de la tierra es resultado de gente que cree tener el monopolio de la virtud”.
¿Quién soy? Un pobre escritor lleno de delirios de grandeza, que no coinciden con las ventas de sus libros o con la atención que le prestan lectores y comentaristas. Un hombre de ilusiones disparatadas. Eso soy. Sé que al estar buscando la novela, la solución de la Novela, estoy buscando la solución a mi vida. Justificarme. Quien quiere justificarse es por alguna razón poderosa. Quien escribe es porque no le basta vivir.
Los guerrilleros, los paras, los rufianes, no tienen compasión. Han vivido décadas en las peores condiciones de la tierra y se han familiarizado tanto con la sangre y la muerte, que no están lejos de ser una nueva especie de bestias, ante las cuales languidecen... los vampiros, los dráculas, íncubos y súcubos. El infierno se avergonzaría de recibirlos.
Tal vez sólo han pasado quince minutos y el secuestrado piensa que ha terminado el horror de la noche. Y así día tras día, noche tras noche, a veces durante meses o años. Es entonces cuando el hombre descubre para qué sirve Dios. ¡Para nada, carajo! Dios no existe sino para los malvados en este país. En la selva uno se vuelve santo o loco.
En Colombia es preferible ser pobre, laborar doce horas diarias, que poseer un auto último modelo y tener cuentas bancarias en Suiza y Bahamas. Cuando un hombre sale del secuestro se promete regalar todo lo que le sobra y quedarse apenas con lo necesario. No quiere que nadie lo envidie. Quiere ser un hombre sencillo, sin más ambiciones que una cama para dormir y una mujer para el amor. Hijos no. ¿Para qué? Los hijos son un lujo en un mundo como el de hoy.
Todo lo que el Creador inventó para herir al hombre se halla en cada metro cuadrado de esta selva, pero si he de ser sincero, me parece más peligroso caminar de noche por ciertos barrios de Bogotá.
Los animales y los seres humanos que habitan la Amazonia son entidades Inexplicables. Conozco a un niño de cinco años, un yagua, que duerme abrazado a su mascota, una anaconda de diez metros. Conozco a un guaharibo que tiene vida conyugal con una mona. No me vas a creer si te digo que la changa lava los trapos, barre el piso del rancho y es más sumisa que una perrita. La hembra ideal. Lo sigue a todas partes y le saca los piojos. El guaharibo es el hombre más feliz que he conocido sobre la tierra…
-- Hay una vieja frase a la que nunca le puse atención y que hoy ha terminado por convertir mi destino en una mierda: "Cuando vayas por la selva, si ves algo que te gusta, tómalo, pues nunca puedes estar seguro de regresar por el mismo camino".