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domingo, 13 de septiembre de 2020

Los hijos de Sanchez de Oscar Lewis en 36 frases





1. Pero entonces él se enfermó de muerte. Sí, a veces los hombres queremos ser muy fuertes y muy machos, pero en el fondo no lo somos. Cuando se trata de una cosa moral… una cosa de familia que le toca a uno las fibras del corazón, a solas el hombre llora y le duele. Usted se habrá dado cuenta que mucha gente toma hasta ahogarse y caerse, y otros agarran la pistola y se pegan un tiro porque ya no pueden con aquello que sienten dentro. No hallan cómo expresarse, no hallan con quién explayarse, a quién contarle sus penas; agarran la pistola, y fuera… ¡se acabó! Y, a veces, los que se creen muy machos, cuando están a solas con su conciencia, no lo son. Nomás son valentonadas de momento.



2. Creo que en la mayoría de los hogares los disgustos y las tragedias tienen una base económica; porque si uno necesita cincuenta pesos diarios y no los tiene, pues anda molesto, anda preocupado y hasta se pelea con la esposa. El dinero es motivo de muchos disgustos en la mayoría de los hogares de los pobres.



3. A base de ver tanta maldad, de verla tan cerca, empezamos a ver la vida lo que es en realidad. Todos los de mi clase empezamos a conocer las crueldades de la vida tan chicos que nos damos el primer raspón, y se nos forma una costra. Esa costra nunca se nos borra —como las costras de sangre— sino que ahí se nos queda, permanente, sobre el espíritu. Después, otro golpe y otra costra, y así sucesivamente, hasta que se llega a hacer una especie de coraza. Después es uno indiferente a todo; incluso la misma muerte no nos espanta.



4. Y las mujeres no buscan casarse porque todas las mujeres tienen la firme creencia, aquí en México, de que la amante lleva más buena vida que la esposa.



5. De por sí nunca me he sabido defender por la boca, por eso me gustan los razonamientos de los puños.



6. Así como el dolor del cuerpo humano tiene su límite, así la paciencia; y así se ve uno obligado a pelear.



7. Prefiero la vida del campo. Es más pacífica y sin ruidos y se puede respirar tranquilamente. Se le ve a la gente la honradez hasta por los codos. Son gente diferente, más honrada y cabal; de diferente modo de ser. Aquí en la ciudad hay que estar alerta contra todo mundo y esperar todo de todos. 



8. Prefiero una paliza bien dada a un regaño pequeño; me duele más que me diga una palabra dura mi papá a que me pegue.



9. Muchas muchachas se van, no por calentura, sino que sus padres, sus madres, hermanos… todos, las regañan. Parecen pilas de agua bendita. El que no le pega por una cosa, lo hace por otra. Maltratan mucho a las hijas mexicanas, por eso hay tanta madre soltera.



10. Después de que mi negocio fracasó ya nunca traté de planear nada. Perdí la poca confianza que tenía en mí mismo y llevé mi vida como los animales, del día al día. Nunca hice planes porque me daba pena ante mí mismo porque no tengo fuerza de voluntad para apegarme a una norma y seguirla. 



11. Creo que ahorrar es hasta llamar a las enfermedades. Y tengo la firme creencia que ya los que nacemos para pobres, por más que le haga uno la lucha y por más que se desespere y le jalonee uno por aquí y por allá, pos Dios na’más nos da para ir ahí vegetando en la vida, ¿no? Después de mi fracaso no quise saber más de zapatos. Volví a entrar a trabajar en los candiles. 



12. Si pudiera relacionarse con gente de una esfera social mejor que la nuestra, él se enderezaría. Porque aun cuando él no lo confiesa él odia todo ese ambiente nauseabundo en que vivimos… todo ese roce que tenemos con la pobreza. 



13. Mi vida era un infierno, porque no concebía la vida sin ninguna de las dos. Quería tener a las dos, sin que ninguna se sintiera ofendida. Cuando dormía con mi esposa siempre la mente fija en Graciela; cuando dormía con Graciela siempre la mente fija en mi esposa.  



14. Pero ésos ya no son dueños de sus actos, el vicio los obliga, porque dicen que hasta el último cabello del cuerpo les duele, ¿no? Y ya en el colmo de la desesperación como a uno que le dolieran todas las muelas así de un jalón, yo creo que estos cuates se sienten así, ¿verdad?, y entonces es cuando están dispuestos a matar o a que los maten por un peso.



15. Yo quisiera que cuando me llegue la hora me dejaran abandonado allá en la cima de un monte, al sol, o que me envuelvan como a una momia en tiempo de los faraones, o al menos que un cirujano me quitara el cerebro, para que deje de sufrir en la tumba. No sé, pero le tengo horror, verdadero horror, a que me sepulten. Prefiero que me devoren los zopilotes en la cima de un monte que los gusanos de la tierra.



16. Lo que debí haber hecho era demostrarle mi amor cuando ella vivía. No es el amor lo que hace que uno derrame lágrimas, son más bien los remordimientos. 



17. Después andaba yo en las calles. Estaba rodeado de un mundo de gente y me sentía solo, completamente solo. A nadie le importaba yo, nadie notó mi dolor. Yo sentí que yo era el único al que me dolía y al pasar los días quería dejar de sentir, pero aquella ausencia, aquel vacío que había dejado mi esposa en casa se acentuaba más. Quise más a mi esposa después de muerta, igual que mi padre quiso a mi madre. Creo que conmigo se repite la historia de mi padre, excepto que él cuidó de sus cuatro hijos, y yo no.



18. No hay ley aquí, sólo la de los puños y la del dinero que es lo que más cuenta. Es la ley de la selva, la ley del más fuerte. El que es económicamente fuerte puede reírse. Comete los peores crímenes y es una inocente paloma ante los jueces y ante la policía porque tiene dinero. ¡Pero qué diferente es para un pobre hombre que comete una ofensa ligera! Lo que me pasó a mí no es ni una milésima parte de lo que ha pasado y sigue pasando a otros. En realidad no sé lo que es justicia, porque nunca la he visto. 



19. Pero dicen que ha llegado la época del constitucionalismo. Eso es nada más una palabra rimbombante y bonita, incluso yo no sé ni lo que quiere decir. Aquí se vive por la violencia… homicidios, robos, asaltos. Hay que vivir muy de prisa y constantemente en guardia.



20. Cuando los muchachos me hacían llorar, o mi padre me regañaba, o en cualquier mal rato, pensaba yo: «Si Él que es divino sufrió tanto, ¿por qué yo pobre ser humano no lo he de sufrir? ¿Qué vale mi sufrimiento ante lo que Él sufrió?». Y me sentía yo conforme.



21. Resultó que viví como seis meses en esa vecindad de las calles de Magnolia. El ambiente de esa vecindad es uno de completa pobreza. La gente vive ahí como animales. Dios les había dado la vida, pero carecían de lo esencial para vivir; sólo tenían el pan diario y a veces ni eso. 



22. Tanto Ignacio como Guadalupe eran bajitos de estatura, llenos de canas y con la cara arrugada, aunque no eran viejos. Mi tío decía a veces que la juventud no tiene nada que ver con los años que uno haya vivido, que lo que contaba era cuanto había uno sufrido. Él decía: —¿No sabes la edad de una cana? ¿No? Te la voy a decir yo: Cada cana tiene su historia; su destino y su término. Salen de los golpes que da la vida, de los fracasos y de las gentes que uno ha visto morir.



23. Pues el día que Salvador murió, mi tía Guadalupe le lloró y le suplicó a Prudencia para que se velara su hijo en su casa. Pero no se veló en el cuarto, se veló ahí afuerita. Por eso, años después, cuando el hijo de Prudencia se volvió loco y lo mandaron al manicomio, mi tía dijo: —Todo lo que se hace en esta vida, todo se paga. Dios tarda, pero no olvida.



24. Después que penetré más en la Biblia le agarré temor, no porque fuera diferente de lo que me habían enseñado, sino que una vez penetrando ya sabe uno las leyes, es como un abogado graduado, que sabe por cada delito que comete la pena que le corresponde. Para qué voy a valerme de licenciados y secretarios cuando puedo hablar directamente con el presidente. 



25. No perdí mi fe… seguí católico, porque no me sentí con fuerzas suficientes para guardar los mandamientos y las reglas tan estrictas que tienen los evangelistas. Después no iba a poder fumar, ni jugar, ni fornicar, y bueno, yo era incapaz completamente de observar la ley de Dios. ¡Carajo!, las cosas más agradables de este mundo se le deben al diablo.



26. Estas calles fueron mi escuela de sufrimiento, a las que les debo comprender lo que me va a perjudicar y lo que me va a beneficiar, cuándo debo ser sincero y cuándo ser taimado. Fuera de mi barrio ya no me siento en México.



27. Dentro de las plazas, es más bien el medio rural el que impera. Uno ya conoce a sus compradores y ya comienza uno a platicar, ¿verdad?, se entabla cierta… podríamos llamar… amistad entre comprador y vendedor. No como en Palacio de Hierro, Salinas y Rocha, Sears Roebuck, porque ahí son muy tajantes. No entablan plática con el comprador… 



28. Siempre me he preguntado la cuestión de que… ¿Qué vale más al fin de la vida, lo que uno logró acumular, o las satisfacciones que vivió, que gozó?



29. Le digo a usted que la policía mexicana es, sin lugar a duda, el mejor sistema de gangsters organizados en el mundo. Es un desastre, es una asquerosidad, sinceramente. Para acabar pronto, yo estoy asqueado de la justicia en México. Porque aquí existe para el que tiene dinero. Cuando alguien rico lo matan, los policías andan así, pero moviditos, porque hay dinero de pormedio. Sin en cambio, cuántos pobres amanecen ahogados en el canal, apuñalados, tirados en las calles oscuras, y nunca, na’ más nunca, pueden esclarecer sus crímenes.



30. La mayoría de los policías —si no todos— entran queriendo enderezar el mundo. Entran queriendo ser muy derechos, no hacer arreglos, no aceptar ni un solo centavo. Pero después… ya una vez que les dan el poder, les dan la pistola, la placa, bueno pues ven que por dondequiera les ofrecen dinero… lo agarran por primera vez, lo agarran por segunda vez, y después ya se convierte en un hábito. Un general revolucionario dijo que «no había autoridad que aguantara cañonazo de cincuenta mil pesos… 



31. Me gustaría cantar la poesía de la vida… grandes emociones, amor sublime, poder expresar hasta las más bajas pasiones en una forma hermosa. Los hombres que son capaces de escribir de estas cosas hacen el mundo un poco más habitable; levantan la vida a un nivel diferente.



32. Y la política es otra farsa gigantesca; millones de pesos andan danzando en ella… millones para esta obra pública y millones para esta otra, pero es sólo para tapar los otros millones que van a las bolsas de los políticos. No entiendo mucho de política pero todo este asunto de las campañas y las elecciones es pura comedia y no comprendo cómo el pueblo de México puede aceptarla. Aquí las elecciones no son libres porque se sabe de antemano quién va a salir electo presidente.



33. Mucha gente juzga a un hombre por la manera como pelea. Lo ven sacar una pistola o un cuchillo y dicen: «¡Ah, ése sí es hombre, no se agacha ante nada ni ante nadie!». Yo no juzgo a un hombre de esa manera. Un verdadero hombre es el que se enfrenta a la vida con integridad, el que se enfrenta a la realidad sin retroceder. Juzgo a un hombre por sus hechos. Si puede hacer frente a la vida y a sus obligaciones, entonces sí es un hombre… 



34. Si nada más hubiera vivido para mí sola me hubiera ido lejos. Pero el amor a mi familia, ese fuerte amor mexicano, era como un poderoso resorte que me arrastraba hacia atrás, que me jalaba hacia abajo. Quería yo avanzar, pero no me dejaba. Ellos no podían entender que lo que yo quería era abrirles una senda. Lo peor era que yo me sentía obligada a tenderles mi mano, no porque pidieran limosna, no, no era eso. Ellos eran más valientes que yo y se enfrentaban a la vida, al hambre, a las humillaciones, día tras día. Ellos se enfrentaban y yo no podía; era demasiado cobarde.



35. El error más grande del mexicano es que le gusta casarse muy joven, sin tener ningún capital, sin contar con un centavo en las manos ni un trabajo seguro. Se casa, se llena de hijos y ya no puede salir adelante con facilidad. Ese hombre se estanca, y entonces viven una situación tremenda los padres y los hijos. A decir verdad, a nosotros, mexicanos, nos falta preparación para la vida.



36. El obrero, por ejemplo, aquí en la capital, se saca doscientos pesos de raya; tira ciento cincuenta o ciento ochenta en la cantina, y lleva veinte pesos a su casa. Es gente que no sabe aprovechar el dinero que gana. ¡Pobres madres, y los chamacos semidesnudos! Usted ve chamacos de cinco o diez años tuberculosos. ¿Por qué cree usted que viene todo eso? Por la falta de atención de los padres en el hogar, la falta de obligación y la falta de dinero. Porque se gastan más en la calle que en el hogar.


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