—Sé que la vida de estudiante es un poco aburrida, pero hay dos cosas que es mejor que aprendas: una —dijo con un gesto de sosiego—, que te lo tienes que tomar con calma; y la otra, qué es de lo que te puedes zafar.
Sham estaba seguro de que había algo que le apasionaba y para lo que era perfectamente capaz, lo que resultaba más frustrante era no saber el qué.
Sham pensó en el respeto reverencial con el que los pocos que conseguían el objeto de su devoción lo llevaban al Museo de la Culminación para que fuera expuesto allí.
Fijarse en lo que se hizo y en lo que pasó después, esclarecerá tanto las causas como las consecuencias.
Era una ciudad que, se le ocurrió a Sham al pensar en su corta experiencia con el alcohol, aturdía como cuando uno está borracho.
No hay nada que le guste más al ser humano que catalogar los acontecimientos y fenómenos que jalonan su vida.
Todo el mundo sabe algo que vale la pena aprender. —No todo el mundo. —Vale, no todos, pero la mayoría.
El entusiasmo es como un virus, al igual que la curiosidad y la obsesión.
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