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sábado, 22 de agosto de 2020

Philip K. Dick Fluyan mis lagrimas, dijo el policía en 10 frases.



Jason se apoderó de su mano y la apretó fuertemente para atraer su atención. Nunca había comprendido la aversión de Heather hacia sus admiradores; para él, eran la sangre vital de su existencia pública. Y, para él, su existencia pública,  su papel como presentador de fama mundial, era la vida misma. 



… Puedes hablarme de tu carrera como personaje de la televisión. Debe ser fascinante, todos los cadáveres sobre los que tendrás que trepar para llegar a la cumbre. ¿O acaso Llegaste ya a la cumbre? 

—Sí —dijo Jason brevemente—. Pero eso de los cadáveres es un mito. Se triunfa a base de talento, y sólo de talento, no por lo que uno diga o haga a las personas que están por encima o por debajo de él. Y a base de trabajo; hay que trabajar duramente para llegar a firmar un contrato con la NBC o la CBS. Los que dirigen esas cadenas son expertos hombres de negocios… 



No tenía nada contra la gente; la veía como atrapada aquí, obligada a quedarse sin que pudiera culpársela de nada. La gente no había inventado esto; a la gente no le gustaba esto; lo soportaban, como él no había tenido que soportar. De hecho, Jason se sentía culpable, viendo sus rostros crispado, sus bocas contraídas. Bocas amargas, desdichada. 



La mosca está allí, y un segundo después… ¡gluc! Está dentro de la tortuga —Kathy se echó a reír—. Siendo digerida. Hay una lección a aprender en ello. —¿Qué lección? —Jason la anticipó—: Que cuando uno muerde —dijo—, tiene que cogerlo todo o nada, pero nunca una parte. 




—El amor no es sólo desear a otra persona del modo que uno desea poseer un objeto que ve en una tienda —contestó Ruth—. Eso es simple deseo. Uno quiere tenerla consigo, llevársela a casa, y colocarla en algún lugar del apartamento, como si fuera una lámpara. El amor es… —hizo una pausa, reflexionando—, como un padre salvando a sus hijos de una casa en llamas, sacándolos, y entonces muriendo él. Cuando uno ama, deja de vivir para sí mismo; vive para otra persona. 

—¿Y eso es bueno? —a él no le parecía tan bueno. 



… ¡Jason, el sufrimiento es la emoción más potente que puede sentir un hombre, un niño o un animal! Es una buena sensación. 

—¿De qué manera? —preguntó él con sequedad. 

El sufrimiento hace que uno se abandone a sí mismo. Uno sale fuera de su estrecha y pequeña piel. Y uno no puede sufrir a menos que antes haya amado… el sufrimiento es el resultado final del amor, porque es el amor perdido. Lo entiendes, sé que lo entiendes. Pero no quieres pensar en ello. Es el cielo del amor, completado: amar, perder, sufrir, marcharse, y luego amar de nuevo. Jason, el sufrimiento es un darse cuenta de que uno tendrá que estar sólo, y que no hay nada más allá, porque el estar solo es el destino final y definitivo de cada ser vivo individual. Eso es lo que es la muerte: la gran soledad. 



—La pena le reúne a uno con lo que ha perdido —explicó Ruth—. Es una unión: uno se va con la cosa o la persona amada que se está alejando. De algún modo, uno se divide en dos, y una parte la acompaña, recorre un trecho en el camino con la persona. La sigue hasta tan lejos como puede seguirla. 



—Pero —dijo Ruth, aclarándose la garganta— por fin desaparece la pena, y uno vuelve a encontrarse en este mundo. Sin él. 

—Y puedes aceptarlo. 

—¿Qué diablos de otra elección existe? Uno llora, y sigue llorando, porque nunca acaba de regresar del todo de allá adónde fue con él… Allí queda atrapado aún un fragmento arrancado de tu palpitante y latente corazón. Una desconchadura. Un corte que jamás cicatriza. Y si, a medida que te va pasando una y otra vez durante tu vida, uno pierde por fin demasiada parte su corazón, entonces ya no puede seguir sintiendo pena. Y entonces uno mismo está ya dispuesto a morir. Caminará la escalera inclinada y algún otro se quedará atrás, penando por ti. 



—los campos de trabajos forzados no son tan malos. En el curso de Orientación Básica nos llevan a visitar uno: hay duchas, y camas con colchones, y diversiones como el voleibol, y artes y pasatiempos; ya sabe, artesanía, cosas como el hacer velas. A mano. Y la familia de uno puede enviarle paquetes y, una vez al mes, ellos o los amigos pueden visitarle a uno. —Y luego añadió—: Y uno puede acudir a la iglesia de su elección. 

Jason contestó sardónicamente:

—La iglesia de mi elección es el ancho y libre mundo. 



—No debería asustarse con tanta facilidad —dijo Jason, o la vida va a ser terrible para usted. 

—Ya veo —asintió ella con la cabeza, humildemente, escuchando, prestándole atención, como si estuviera en una clase del colegio. 

—¿Siempre tiene miedo de los desconocidos? —preguntó él. 

—Supongo que sí. Asintió de nuevo con la cabeza, pero esta vez la dejó inclinada, como si él la hubiera regañado. Y, en algún modo, así había sido. 

—El miedo —dijo Jason— puede hacerle mucho más daño que el odio o los celos. Si uno tiene miedo, no acaba de entrar totalmente en la vida; el miedo hace que uno trate siempre, siempre, de reservarse un poco. 


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