Translate

Buscar en este blog

sábado, 22 de agosto de 2020

Prohibido suicidarse en primavera de Alejandro Casona en 7 frases.




 Alicia.- No, no lo comprende usted. Aquí, entre los árboles y las montañas, no pueden comprenderse esas cosas. El hambre y la soledad verdaderas sólo existen en las ciudades. ¡Allí sí que se siente uno solo entre millones de seres indiferentes y de ventanas iluminadas!         ¡Allí sí que se sabe lo que es el hambre, delante de los escaparates y los restoranes de lujo!... 



Doctor.- Por aquí. Y no pierda su fe. No le pida nunca nada a la vida. Espere… y algún día la vida le dará una sorpresa maravillosa. 



Fernando.- Perdonado. Pero, compréndanos, doctor: el sensacionalismo es de cultivo muy difícil. El mundo produce cada vez menos cosas interesantes, y el público, en cambio, tiene cada vez más hambre de ellas. Usted no puede imaginarse nuestra angustia de exploradores en busca de lo extraordinario… 



Chole.- Esa contradicción constante del suicida con la lógica de la vida. ¿Por qué se matan más los triunfadores que los fracasados? ¿Por qué se matan más los hombres en la juventud que en la vejez? ¿Por qué se matan más los enamorados que los que no han conocido amores?... Y, ¿por qué se matan al amanecer más que de noche y en la primavera más que en el invierno?

Doctor.- Difícil de explicar para una mujer feliz… 



Fernando.- Es un tipo curioso su ayudante.

Doctor.- Mutilado de la Gran Guerra.

Fernando.- ¿Mutilado?

Doctor.- Sí; del alma. La guerra deja marcados a todos; a los que caen y a los que se salvan. Ese hombre tenía una cervecería en una aldea de Lieja. Era un muchacho alegre, cantaba las viejas canciones; tenía amigos, hijos y mujer. Durante la guerra sirvió cuatro años en un hospital de sangre. ¡Cuatro años viendo y palpando la muerte a todas horas! Después del armisticio, cuando volvió a su tierra, sus amigos, su mujer y sus hijos habían desaparecido. Y la cervecería también. Y el sitio de la cervecería. Hans era un hombre acabado. Ya no servía más que para rondar a la Muerte. Anduvo buscando trabajo por sanatorios y hospitales. Y así, vino a dar aquí. Ya no sé si lo tengo como ayudante o como enfermo.



Doctor.- Cargado, sí. Es la llegada de la primavera. Abajo, en las ciudades, no se siente eso. Se va notando poco a poco; se sabe por los calendarios y porque las muchachas cambian de sombrero. Pero aquí, ¡qué fuerza tiene! Llega de repente; sube por esas laderas, a gritos, cargado de menta y de resinas; retumba en las montañas… ¡Es como si resonara una llamada desde las entrañas de la tierra y todo el campo se pusiera de pie! ¿No se siente usted como aturdida?

Chole.- Sí; un poco.

Doctor.- Es la tierra, que nos está llamando desde dentro. La civilización nos va cegando los sentimientos a estas cosas. Pero cuando la savia estalla, blanca, en los almendros, cuando los brezos se calientan, cuando respiramos el olor de la tierra mojada… ¡cómo sentimos entonces que estamos hechos de ese mismo barro!...



Fernando.- ¿Y qué importa eso? El arte no es cosa de experiencia; es cosa de imaginación… 







No hay comentarios.:

Publicar un comentario