Cierra los ojos Gordon,se da cuenta de que el miedo en un costado de su corazón es sólo su alma. Si tengo entonces, se dice emocionado, y la dibuja en el vidrio: la sombra de una oblea en el espejo junto al coyote, ¿cómo se dibuja el miedo? pregunta Gordon, traza una raya recta.
...el ratón atrapado en el clip subía y bajaba por la curva repitiendo: no eres gato, no eres fiera. Eres nadie, Gordon, peor que nadie, nada… el ratón se caía por el borde del clip gritando: !ja, Gordon, cero de vuelta! Y todos los clips se regaban por el piso, con sus números dispersos en el linóleo. Entonces Gordon ponía su cabeza cansada en el escritorio: ¿por qué nadie es mejor que nada? Eso nunca lo había entendido. Si nada es neutro y nadie el recuerdo seco de alguien, o tal creía Gordon en esas tardes largas, mirándose por dentro, niebla o túnel: no hay lentes para verse, sonriendo Gordon se paraba: diez para las cinco. Metía los clips con su números revueltos en la pequeña caja con fuerza: mañana les gano.
...ayer me contó Anónimo esto, querido diario, en el Edén se paseaba él con su voz en la brisa de la tarde, ¿quién eres?, le volví a preguntar, desde mi lodo tibio, Anónimo me miró sonriendo: el gusano que te va a comer.
¿la vida en el lodo es superior a la vida en el aire en el fuego en el agua? Querido diario, nadie me dice la verdad, nadie me explica, cómo separar una tierra, de la otra tierra, que voy tocando con la mano, mano amarrada, mano lastimada. Querido diario, nadie me dice qué estoy haciendo aquí boca arriba cubierto de hojas, de grava, nadie me pone en el buen camino.
Ayer me dictó Anónimo, una de sus sabias sentencias: la primera condición, para la jardinería correcta, es tener un jardín, y yo, Gordon, quise fabricar, mi propio jardín, pero acabé hundido en el lodo, mis pantalones deshechos, mi camisa en jirones, por falta de ciencia, y me dije a mí mismo tan sólo, debo consultar el manual de jardinería, que me regaló mi amigo villano Ralph, debo leerlo para entender cómo un jardín, se transforma en la parte callada de una persona.
Abre la boca y se clava un instante, en el silencio de la tristeza, que lo invade antes de cualquier acto.
¿Qué libro?
El que sea…
A ver… Éste… Cómo emplearse sin empleo.
¡Muy bien, Gordon!
Y mi conciencia, pregunta Gordon,
¿¡Qué!?
Mi conciencia tiene huesos, y están todos rotos, Anónimo.
¡Ja! Anda… abre el libro.
El señor Gordon había notado, que en el mundo, al menos el de Fullerton, California, había dos tipos de personas: las que preguntaban qué piensas de mí, me quieres aún, etcétera, así desde la infancia, y las que no lo hacían nunca. Gordon era del primer tipo, pero siempre estaba con personas del segundo tipo.
Era otra época, no había Anónimo ni cuadernos, al 1 lo seguía el 2 al 1423 el 1424, al lunes el martes al dia la noche, yo hacía chistes y Donna se reía, Ralph llegaba los sábados en la tarde, jugábamos bridge o póquer, me subía a dormir, ellos se quedaban para platicar (eso me decían), pero una vez muy tarde bajé por agua, los vi muy pegados bailando, ay, Gordon, no te oímos, sonriendo los dos y me subí nervioso, con el corazón más pequeño.
Ahora tengo miedo, mañana no sé, adentro y afuera son iguales, tú y yo, Anónimo, seremos célebres, de eso estoy seguro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario